Invitada: LIc. Fabiola Cruz Velázquez, psicóloga del Hospital General de México.
Invitado: Abogado. José Luis Sánchez
Desde el punto de vista legal, el matrimonio se considera la formalización de toda relación conyugal, aunque no niega otras formas de vinculación existentes; sin embargo, la formalidad que adquiere dicho vínculo por las prerrogativas sólo se da a partir del matrimonio civil. Se considera al matrimonio como una de las instituciones sociales más importantes, pues reproduce formas, comandos, estructuras y normas aceptadas para un orden social determinado.
Existen dos maneras de disolver el matrimonio: la muerte de alguno de los cónyuges y la otra es el divorcio. En el segundo caso, debido a que matrimonio se considera un contrato civil, su terminación requiere de la formalidad en los tribunales en materia familiar.
Actualmente existen diversas formas para llevar a cabo el trámite del divorcio, pero lo que no se contempla en este proceso legal, son las posibles consecuencias que producirá en los miembros de la comunidad familiar.
La estabilidad económica, social y emocional, pueden ser afectadas con el divorcio (ó la separación definitiva en los casos que no exista matrimonio). Podríamos hablar de dos tipos de efectos derivados del divorcio: sociales y psicológicos.
Dentro de los primeros, el rechazo, la etiquetación especialmente de las mujeres divorciadas, discriminación y otros, pueden ser provocados por el divorcio.
En el caso de los efectos psicológicos, puede aparecer la depresión, culpa, inseguridad, vergüenza, temor, confusión, resentimiento, etc. Se han estudiado poco las repercusiones físicas, pero se piensa que hay enfermedades están asociadas directamente con el evento del divorcio, no únicamente en menores, sino también en los adultos.
En nuestro país, con cifras de divorcio crecientes de una manera alarmante, es preocupante que existan muy pocas opciones de apoyo psicoterapéutico, así como una pobre cultura de la terapia como alternativa de respaldo. Las crisis del divorcio, normalmente aparecen tiempo después de consumado el acto legal ó la separación definitiva.
El caso de los hijos en el divorcio, se ha estudiado más que a los padres y tiene dos opiniones profesionales; algunos especialistas con estudios muy serios en países como Inglaterra ó Alemania, sostienen que el divorcio no es lo que afecta la salud emocional de los hijos, sino la reacción de los padres durante ó posterior al divorcio. La alianza negativa, el ataque, el abandono ó la violencia desencadenada.
Por otro lado algunos estudiosos afirman que sí hay un daño, que puede desencadenar una serie de síntomas y conductas en los menores y en los adolescentes: rechazo, depresión, desinterés, abandono escolar ó bajo aprovechamiento, conducta agresiva hacia los padres, abuso de sustancias, aislamiento, etc.
El daño que el divorcio puede producir siempre será un factor determinado por la forma como se da el divorcio, ó por las causas de éste, que en su mayoría son violencia, infidelidad, celos, abuso de sustancias, abandono, incumplimiento de las necesidades de la familia, etc.
En Palabra de Hombre, creemos que además de la terapia familiar, alternativas como la custodia compartida, pueden ser una buena opción que ayude a los hijos y los ex cónyuges a superar el cambio tan drástico que representa el divorcio en la vida de las personas. Evitando interacciones que dañen aún más la estabilidad emocional de hijas e hijos. Los padres jugamos un papel vital en el desarrollo futuro de nuestros hijos y si el divorcio es la única opción en los conflictos de la pareja, debemos entender que no existe divorcio entre los padres e hijos, éste es solamente entre los adultos.
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